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La gran revolución de las aseguradoras

Redaccion| 17 de mayo de 2017

La Inteligencia Artificial cambiará para siempre un sector ya basado en el análisis de datos.

Las compañías de seguros llevan toda la vida determinando el coste de sus productos según los datos que recopilan de cada cliente. Verdaderos ejércitos de trabajadores se encargan de evaluar el riesgo de los asegurados para establecer primas que no lleven a la compañía a pérdidas. Un complejo proceso que no siempre es imbatible. Hasta ahora: la llegada de la Inteligencia Artificial permitirá mejorar estos procedimientos y evaluar de forma personalizada a cada cliente. Pero también habrá riesgos y desafíos.

En primer lugar, la implantación generalizada de la Inteligencia Artificial obligará a recortar miles de puestos de trabajo en estas compañías. En algunos países ya se están dando los primeros pasos y la automatización de departamentos administrativos llega a recortar más del 20% de los empleos, como ha sucedido en la japonesa Fukoku Mutual Life. Pero el único riesgo no es la pérdida de empleos, sino de líneas enteras de negocio: el vehículo autónomo promete rebajar en más del 90% el número de accidentes. Se calcula que el 93% se deben a factores humanos. Con la eliminación del conductor, ¿qué espacio quedaría para un seguro de coches? Todavía es una incógnita, pero los primeros estudios creen que en países como Reino Unido el coste de las primas podría rebajarse en un 63% hasta 2060.

 

Mayor precisión

Al margen de los riesgos, parece evidente que la Inteligencia Artificial permitirá a las aseguradoras evaluar mejor a cada cliente. Si estas compañías ya basan sus previsiones en datos, desenvolverse en un mundo que genera millones de gigas de datos cada día es como encontrar una mina de oro. Todo lo que hacemos deja rastro, especialmente en el mundo digital. Y las nuevas tecnologías permiten que cualquier aspecto de nuestra existencia pueda ser evaluado para extraer información. Es lo que propone la startup Lapetus: como si de ciencia ficción se tratase, permite que un simple selfi pueda determinar la esperanza de vida de una persona. Un ordenador se encarga de rastrear la imagen en busca de patrones que permitan conocer desde la velocidad a la que envejece esa persona, hasta saber si fuma. En cuestión de minutos. Y sin empleados a los que pagar un sueldo.

Pero la automatización de procesos no solo ayudará a las compañías. Del mismo modo que una empresa puede evaluar datos, un potencial cliente también podrá hacerlo. De este modo, bastará con utilizar los mismos procedimientos para determinar si es necesario contratar un seguro o no. También, conocer el alcance necesario para el mismo.

 

Estudio genético

No todos los datos disponibles en la actualidad proceden de dispositivos electrónicos o nuestra vida digital. Todavía existe una ventana de realidad. Y ahí entran en juego los genes, cuya lectura es más fácil y precisa gracias a las técnicas que van emergiendo. Si las compañías aseguradoras son autorizadas en algún momento a acceder a estos datos para evaluar el riesgo real de cada cliente se podría llegar a un nuevo modelo, inédito en la historia. Uno en el que exista una prima personalizada para cada persona en función de sus riesgos genéticos. Uno polémico y que plantea cuestiones éticas de primer orden que nadie es capaz de evaluar hasta el momento. Uno que demuestra que la revolución en el sector de los seguros no ha hecho más que empezar.

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