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David Alandete : Fake news y desinformación de origen ruso

Influencers| 19 de marzo de 2019

¿Cómo se utilizan las noticias falsas y hechos alternativos para desestabilizar las democracias occidentales? ¿Quién está detrás de las oscuras campañas que debilitan nuestro sistema promoviendo el auge de los nacionalismos fundamentalistas y de la extrema derecha ?

Según David Alandete, «Rusia cuenta con toda una política y medios estatales de defensa y ataque en el ámbito informativo. ¡Tiene incluso una división del ejército dedicada a ello!». El corresponsal en Washington del diario ABC con larga experiencia en política y conflictos internacionales, lo explica al presentar Fake News. La nueva arma de destrucción masiva (Ed. Deusto), el libro por el que desfilan líderes del independentismo catalán, figuras como Julian Assange (Wikileaks), analistas rusos que apoyan los intereses del Kremlin, hackers y mucha, mucha «desinformación».

«Las noticias falsas», señala, «no tienen por qué ser una mentira absoluta. Suelen tener alguna vinculación real con lo que está pasando, pero se deforman de manera grotesca con fines políticos y siempre favorecen el sensacionalismo y el populismo»

En su investigación, el periodista también desenmascara algunos de los mayores bulos con los que se ha pretendido desestabilizar a los países democráticos occidentales. Desde el supuesto secuestro de una niña germano-rusa llevado a cabo por tres árabes, que provocó la circulación de un falso vídeo de su violación y resultó ser un intento de fuga de la menor, a la totalmente falsa financiación por el Gobierno Obama de la llegada de inmigrantes africanos a Italia que puso en circulación el movimiento populista 5 Estrellas.

¿Por qué se extienden con tanta facilidad las noticias falsas?

La gran mayoría de lectores de Internet comparte enlaces en las plataformas sociales sin haber leído el texto de la noticia. En total, un 59% ni siquiera llega a abrir el vínculo adjunto en el mensaje. Por eso, los titulares son el instrumento principal con el que esa maquinaria de injerencias difunde sus argumentos, y donde quedan claras sus intenciones y prioridades. Las noticias falsas se aprovechan especialmente del cambio radical que, desde la irrupción de plataformas digitales como Facebook, Twitter y Google, han sufrido los canales que transmiten la información. Estas empresas también son responsables del problema en parte y deben rendir cuentas por sus actuaciones.

Pero el alcance de su penetración significa que se sigue dando crédito a esas «desinformaciones» una vez leídas. ¿Por qué?

La era de la posverdad surge de la desconfianza en los argumentos racionales y la descalificación de quienes los transmiten. Como dijo el periodista británico Matthew D’Ancona en su estudio sobre el Brexit y el ascenso de Trump, el hundimiento de la confianza es la base social de la era posverdad: todo fluye de esta única fuente venenosa.

¿En qué se basa para afirmar que esta trama apoyó el auge del separatismo catalán?

Comenzaron a aparecer noticias dudosas sobre Cataluña en Sputnik el mismo día en que este medio ruso vio la luz, en 2014, pero la primera noticia falsa sobre el independentismo nació de un congreso sobre separatismo celebrado en Moscú en 2016.

¿Y qué se le ha perdido a Rusia en Cataluña?

Creo que nada, sobre todo teniendo en cuenta que el separatismo está penado en aquel país con la cárcel. La independencia catalana es un pretexto, un hecho noticioso que ocurrió en el momento adecuado para que una maquinaria ya experimentada en batallas políticas en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia pasara a operar también en España, ya que para eso contaba con canales en español.

¿Cuál es el objetivo final de esta estrategia a nivel global ?

Tras la desinformación hay una narrativa. No importa la fuente, que puede ser cualquiera: un novelista, un político jubilado, un profesor metido en política o un portero de discoteca. Los medios de desinformación como RT o Sputnik manipulan las reglas del periodismo porque buscan permanentemente que los entrevistados validen un punto de vista concreto, siempre antioccidental, y que dé fe de la grave crisis en la que está sumido el Estado liberal democrático.

 

 

Por J.C de L.

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