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‘Bidenomics’, un nuevo timonel para la economía más grande del mundo

Influencers| 21 de enero de 2021

Joe Biden se enfrenta a una de las legislaturas más desafiantes en la larga historia de Estados Unidos. En el plano nacional, el demócrata tendrá que hacer frente tanto a una crisis económica como a un cambio de paradigma. A su vez, deberá intentar recomponer una sociedad profundamente dividida. Y, por último, el demócrata está obligado a redibujar las relaciones exteriores del país, lo que no solo implica la actual relación con China, mientras mantiene a EE.UU. como la primera potencia del mundo. Para ello, se ha rodeado de un equipo de élite, pero difícilmente será suficiente.

 

A priori, la confianza en Biden es plena. Al fin y al cabo, parece que hay un sentimiento generalizado, sobre todo fuera de EE.UU., de que es difícil hacerlo peor que Donald Trump. Pero ese razonamiento está muy alejado de la realidad. Al menos, en el primer gran desafío que tendrá el demócrata: meter en cintura la economía del país. Sin ir más lejos, una parte muy importante del apoyo que recibió el republicano vino refrendado por la buena marcha del país durante su mandato. De hecho, es muy probable que si no hubiera sido por la pandemia, Trump sería a día de hoy presidente.

Pese a que sus defectos fueron muchos, la gran virtud de Trump siempre fue que sabía bien cómo hacer funcionar la maquinaria económica estadounidense. Tanto es así, que durante su presidencia los grandes beneficiados -para sorpresa de muchos-, fueron las clases más bajas del país. El multimillonario enfocó sus esfuerzos en recortar burocracia y bajar impuestos. Con ello, logró dos hechos inéditos: el primero fue lograr que la confianza de las pequeñas empresas alcanzara máximos no vistos en 30 años; y el segundo fue que el nivel de vida de los cuartiles más bajos de la sociedad crecieron al 4,7%, sus niveles más rápidos desde 2008.

Es muy probable que si no hubiera sido por la pandemia, Trump sería a día de hoy presidente

Por ello, no extraña que fuera el apoyo final de las familias más pobres el que provocase un final más apretado del esperado. Y es que Biden falló estrepitosamente en atraer a los votantes de clase obrera y con un nivel bajo de educación. Por el contrario, ganó en las ciudades ricas y en las regiones donde mayor población universitaria tenían. En otras palabras, el republicano falló (como otros antes que él) en lograr convencer a aquellos votantes que dice su partido representar. Un aviso importante de cara a los próximos años que tiene por delante.

Pero la economía trumpiana, aún con sus bondades, dejó muchas grietas. Por suerte, muchas de ellas son fácilmente reconocibles y tienen una solución fácil: un plan Marshall para Estados Unidos. Otras, sin embargo, no serán tan sencillas de corregir.

 

EL ARMA SECRETA DE BIDEN

Al más puro estilo keynesiano, quizás el economista más reconocido del siglo pasado, Biden ejecutará un ambicioso plan de gasto estatal. Así, una de las primeras medidas que tomará el demócrata, una vez tome posesión del cargo, será aprobar su proyecto de Ley de Recuperación. Siempre y cuando cuente con el visto bueno del Congreso. Una vez sea aprobado, la administración tendrá a su disposición un montante que oscila entre los dos y los tres billones para una primera transformación del país.

Así, el primer gran triunfo de Biden será también el menos novedoso. Al fin y al cabo, gastar cientos de miles de millones de dólares en hormigón, placas solares y molinos de viento es un viejo conocido por cualquier político de todo el mundo. Incluso España puede dar fe de que quizás esa solución no sea tan beneficiosa como parece.

Pero ¿cómo se puede estimar el volumen de dinero que necesita la economía estadounidense? La respuesta no es sencilla y ha ocupado la vida de un ingente número de algunos de los mejores economistas de la historia. Aún así, hay dos sospechosos habituales: el gap del PIB del país y el llamado multiplicador fiscal. El primero indica la diferencia entre la producción actual y la máxima que se puede alcanzar. En la actualidad, esa brecha está situada entre el 3% -según los datos oficiales- y el 6%, y proviene de una regla básica que dice que es el doble de la diferencia entre la tasa de desempleo real (6,7%) y la natural (el 3,5%).

Por otro lado, el multiplicador fiscal (la base del pensamiento keynesiano) viene a decir cuánto de cada dólar de inversión se transforma en producción adicional. Se trata de un estimador muy difícil de conocer en realidad, pero se cree que está algo por debajo de la unidad. Esto supone que un dólar en gasto público se traduce en 80 centavos de producción. El paquete de estímulos debería rellenar ambas brechas, lo que supone un gasto mínimo superior al billón de dólares. Aun así, la inyección esperada está más cercana a los dos billones, lo que supone asegurar su éxito inicial. Aunque eso lo sabremos algunos años después.

Ahora lo que se viene son raudales de inversión que nadie se querrá perder. De hecho, muchas compañías españolas ya se están posicionando para ello. Iberdrola o Ferrovial son dos de las favoritas para hacerse como una parte del pastel, pero en la batalla entrarán muchas más.

 

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