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50 años del festival de Woodstock

Jesús Casañas| 15 de agosto de 2019

Haz el amor y no la guerra. Sexo, drogas y rock&roll. Contracultura, música, teatro, yoga, ecologismo, pacifismo… Los mantras de aquellos tres días siguen sonando medio siglo después. Woodstock, el mayor festival de todos los tiempos, cumple 50 años.

 

Entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, se celebró el Festival de Woodstock. Lo más curioso de todo es que no fue allí. Los vecinos de Woodstock (condado de Ulster, Nueva York) se opusieron a que su pueblo se llenase de hippies, y los organizadores (con miles de entradas ya vendidas) salieron dando tumbos hasta recaer en una granja de 240 hectáreas en Bethel (Sullivan County, NY). Tal y como explicaba su principal cabecilla, el productor Michael Lang, “lo más fastidioso fueron los problemas políticos”.

 

La asistencia superó cualquier tipo de previsión, tanto la de la organización (que esperaba 60.000 personas) como la de la policía de Nueva York (que estimaba 6.000). Aunque hay versiones contradictorias, se calcula que hasta allí se desplazaron entre 400.000 y 500.000 asistentes (más los miles que no consiguieron llegar con el colapso de los accesos). Poco pasó para lo que podía haber pasado.

 

¿Sexo? Pues seguramente por doquier. Una juventud alineada, harta de la fútil guerra de Vietnam, que abogaba por el pacifismo y el amor libre. “Hay muchas chicas por aquí con actitudes liberales. Seguro que mucha gente va a hacer el amor”, comentaba uno de los entrevistados a su llegada al festival desde una comuna hippie. “No hay ningún compromiso, puede que no estemos juntos hasta el final”, añadía su compañera.

 

¿Drogas? Las que quisieron y más, principalmente marihuana y LSD como catalizadoras para abrir las puertas de la percepción. Desde la organización avisaban por los altavoces de que “el ácido color café que está circulando no es bueno. Les sugerimos que lo eviten si es posible”. El propietario de la finca de los puercos, Hugh Romney, cogía el micrófono para explicar que él no creía en “la posibilidad de un mal viaje de ácido. Los llamamos “viajes extraviados”. Después de media hora, convertimos a nuestros pacientes en médicos para que ayuden a los otros que tomaron demasiado”.

 

¿Rock&roll? Un total de 32 actuaciones que abarcaron todos los subgéneros que ya había por aquel entonces. El viernes dominó el folk de guitarras acústicas: Richie Havens, Bert Sommer, Tim Hardin, Melanie Safka, Arlo Guthrie y, cerrando, la icónica Joan Baez embarazada de seis meses. También hubo hueco para las palabras de Swami Satchidananda, el sitar de Ravi Shankar y las melodías psicodélicas de Sweetwater.

 

 

La artillería pesada llegó el sábado. El rock latino de Santana, el blues rock de Canned Heat, el rock de cátedra de Creedence Clearwater Revival o la irrepetible voz de Janis Joplin acompañada de The Kozmic Blues Band fueron solo algunas de las joyas que desfilaron por el escenario antes de que rematase la potencia de The Who (Pete Townshend lanzó la guitarra al público en lugar de destrozarla, todo un alegato por la paz) y, ya amaneciendo, la preciosa psicodelia de Jefferson Airplane.

 

El domingo tampoco fue moco de pavo: Joe Cocker acompañado por The Grease Band (con su impagable versión de With a little help from my friends, de The Beatles cerrando su actuación), el virtuosismo en power trío de Ten Years After, las armonías vocales de Crosby, Stills, Nash & Young, el divertido rockabilly de Sha-Na-Na… Todo para cerrar con la icónica actuación, de nuevo ya de día, de Jimi Hendrix, desplegando todos sus éxitos e interpretando el recordado y distorsionado himno de EE. UU. ante un plantel postapocalíptico entre el barro (llovió todos los días) y la ingente cantidad de lluvia.

 

La falta de previsión y el hecho de que se terminase abriendo a todo el público estuvo a punto de llevar a los organizadores a la bancarrota. Todo se solucionó con la edición del documental Woodstock: 3 días de paz y música, dirigido por Michael Wadleigh y con el propio Martin Scorsese metiendo las narices en el montaje. El filme Destino: Woodstock (2009), donde Ang Lee narra cómo se sucedieron los acontecimientos de forma tan imposible como mágica a través de la figura de Elliot Tiber (que tenía en su poder un permiso para organizar el concierto de un cuarteto de cuerda) es más que digno de ver.

 

Michael Lang no escarmienta, y aunque no participó en las dos ediciones inmediatamente posteriores, 1979 y 1989, sí que se ha involucrado en las dos últimas hasta la fecha, 1994 y 1999. Y también en la edición 50 aniversario de este verano, que aunque ha peligrado ante la espantada de su principal inversor, parece que sí se llevará a cabo en el momento de escribir estas líneas, con nombres como The Black Keys, David Crosby, Imagine Dragons, The Lumineers, Miley Cyrus, Santana o Pussy Riot en su cartel. Que así sea.

 

Texto: Jesús Casañas

Fotos: Ver copyrights abajo

Copyright fotos:

-Pixabay

-©1969 Michael Lang/Henry Diltz

-Carteles (sin copyright)

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